La sostenibilidad empresarial está entrando en una nueva etapa. El impulso regulador de los últimos años —especialmente con la aprobación de la CSRD y los estándares ESRS— ha marcado un antes y un después. Sin embargo, el verdadero desafío no está solo en cumplir, sino en cómo se cumple. Y el reciente informe de EFRAG, “State of Play 2025”, aporta claves reveladoras sobre hacia dónde se está inclinando la balanza.
El contexto: una etapa de transición (¿demasiado flexible?)
El llamado Proyecto Ómnibus, promovido por la Comisión Europea, plantea una simplificación de ciertas obligaciones del marco ESRS, con el objetivo de aliviar la carga administrativa y facilitar su adopción por parte de las empresas.
En principio, se trata de una buena noticia: más claridad, más realismo, más proporcionalidad.
Sin embargo, esa misma flexibilidad está generando un nuevo problema: la posibilidad de que algunas empresas utilicen el principio de proporcionalidad como vía para reducir el alcance o la profundidad de su reporting.
Lo que dice EFRAG: mucho cumplimiento, poca ambición
En su informe, EFRAG analiza los primeros pasos de las empresas que ya están aplicando los ESRS. Y una tendencia se repite:
Muchas empresas declaran que aplican los estándares.
Pero la mayoría solo reporta entre 3 y 6 bloques temáticos, dejando fuera información potencialmente relevante.
En varios casos, se invoca la “no materialidad” sin justificarla adecuadamente.
Este comportamiento no infringe la norma, pero sí debilita el espíritu del reporting de sostenibilidad, que no busca cumplir por cumplir, sino entender y gestionar el impacto real de la empresa en su entorno.
El riesgo de usar la proporcionalidad como escudo
El principio de proporcionalidad permite adaptar el nivel de información al tamaño, recursos y contexto de cada organización. Es necesario. Pero si se convierte en una justificación automática para evitar tratar temas complejos o incómodos, el resultado es una pérdida de transparencia, comparabilidad y utilidad.
Y lo más preocupante es que ni los reguladores ni los estándares pueden controlar este uso caso por caso. La puerta queda abierta.
¿Quién puede evitar que la simplificación se convierta en excusa?
La respuesta no está solo en los textos legales. Está en el ecosistema que rodea a las empresas:
Consultores, formadores y auditores.
Son quienes pueden acompañar a las organizaciones a aplicar correctamente la doble materialidad, los criterios de impacto y la selección de información realmente relevante.
Las cadenas de suministro.
Cada vez más, las grandes empresas exigen datos fiables a sus proveedores. Las empresas que «reportan lo justo» podrían quedar fuera de licitaciones, contratos o alianzas si no ofrecen trazabilidad y compromiso.
La transparencia pública.
Los informes serán públicos, auditables y comparables. Las decisiones estratégicas de omisión serán visibles, y eso puede dañar la reputación o generar desconfianza en inversores y grupos de interés.
Conclusión: simplificar sí, diluir no
El Proyecto Ómnibus busca facilitar el camino, y eso puede ser muy positivo. Pero el verdadero reto está en cómo aplicamos esa flexibilidad.
Reducir la carga no puede convertirse en reducir el compromiso.
Simplificar no puede significar ocultar.
Proporcionalidad no puede ser sinónimo de opacidad.
Si queremos que el reporting de sostenibilidad tenga un impacto real, debemos combinar rigor técnico, acompañamiento práctico y una lectura honesta de lo que significa Ser Sostenibles hoy.
¿Y tú?
¿Estás preparado para aplicar la proporcionalidad con sentido estratégico y no como vía de escape?
Si necesitas apoyo para interpretar los ESRS o desarrollar un reporting alineado con tu realidad y tus impactos, en Ser Sostenibles podemos ayudarte.
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